CON LA COLABORACIÓN DE LOS JUBILADOS DEL CENTRO DEMAYORES FRANCISCO DE GOYA
Tengo 65 años y estoy a punto de jubilarme… Pero la realidad es que no quiero hacerlo, no quiero levantarme una mañana y darme cuenta de que no tengo que mirar el reloj.
Llevo 42 años trabajando y me gusta mi trabajo. Sé que para muchos mi sentimiento no es mutuo, que ellos están deseando que llegue el día en que puedan jubilarse y con ello disfrutar de su vida sin responsabilidades ni preocupaciones. Pero para mí, mi trabajo me ha llenado de conocimientos, experiencias y satisfacciones durante años y no quiero dilapidarlos sin más.
Creo que lo mejor que hice en mi vida fue prepararme para este trabajo. Soy traumatólogo, y sé que existe una gran falta de médicos en la sanidad pública. A mí me quedan ganas aún de continuar con mi jornada de ocho a tres y dedicar ese tiempo a realizar lo que me hace sentirme todavía útil. He pensado que quizá debería retrasar el momento de colgar mi bata blanca. Sé que con la reforma de la Seguridad Social mi pensión se ve influida, y yo tengo derecho a la pensión máxima, que es la mitad de lo que cobro ahora, pero no lo hago por eso.
La reforma de la Seguridad Social que entró en vigor en 2008 mejora un 2% la pensión de quien se jubile pasados los 65 años. Ese porcentaje (3% en caso de que el trabajador pueda acreditar más de 40 años cotizados) se aplica por cada año adicional que el empleado decida permanecer en su puesto y se aplica a todos los trabajadores, tanto asalariados como autónomos. Las cantidades aumentan progresivamente en función de los años suplementarios cotizados, sin límite de edad. Buena parte de las personas que se vean en la disyuntiva de retirarse o continuar su labor serán profesionalmente cualificados, satisfechos y bien remunerados, por lo que en general les corresponderá la pensión máxima el día que decidan jubilarse. |
Cuánto ha cambiado la vida y cuánto hemos cambiado con ella. Recuerdo a mi padre y recuerdo a mi abuelo, y hasta recuerdo como ellos me hablaban de los suyos propios. Ellos me sirven ahora para reflexionar sobre lo que hacer a partir de ahora. Me ayudan a pensar en lo que antes era importante, con lo que se llenaba su vida, con lo que les hacía sentirse satisfechos y con lo que les hacía sentirse útiles cuando tenían mi edad.
Cuando mi padre tenía mi edad aún trabajaba en el campo. Su estado de salud era inmejorable y disfrutaba trabajando la tierra. Mi madre, trabajaba de costurera para algunas vecinas y así se sacaba un dinero extra o "perras" como ella las llamaba, pero por lo general trabajaba de ama de casa cuidando de las tareas domésticas y de mis hermanos, uno de ellos enfermo.
Un par de años más tarde mi padre comenzó a sufrir un mayor deterioro de su capacidad motriz y llegaba más cansado de lo normal después del trabajo. Sufría dolencias en espalda y piernas así como artritis en las manos. Por ello, se vio obligado a dejar de trabajar.
Tras su jubilación recibía el Seguro Obligatorio de Vejez e invalidez que apenas daba para mantener a todos los miembros de la familia. El SOVI, Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez era el régimen de protección existente antes del actual sistema de Seguridad Social que, como su mismo nombre indica, cubría las contingencias de vejez (jubilación) e invalidez. En la actualidad, subsiste para los trabajadores que cotizaron antes del año 1.967, siendo incompatible su percepción con las prestaciones derivadas del sistema de Seguridad Social. Entre los requisitos para recibir esta ayuda encontramos:
Haber cumplido los 65 años de edad o 60 en el supuesto de vejez por causa de incapacidad. Esta incapacidad debe ser permanente y total y no derivada de accidente de trabajo o enfermedad profesional.
No tener derecho a ninguna otra pensión , |
Intentó buscarse un nuevo trabajo para poder seguir ayudando a mis hermanos con sus estudios y mantener a la familia, ya que podía realizar otras tareas, pero nadie quería contratarle por considerarle demasiado viejo. De un día para otro, mi padre pasó de sentirse útil a sentirse incapaz de realizar un trabajo remunerado debido a su edad.
En 1975 se realizó el informe GAUR en el que se detalla un análisis sobre las condiciones de vida de los jubilados españoles: "La pobreza está presente en ellos en proporciones escandalosas......un 12% no tienen ningún ingreso estable, uno de cada tres percibe menos de 1000 pts. mensuales y los ingresos del 50% no llegan a las 2000 pts. |
En conjunto, cada anciano cuenta con unas 85 pts. diarias para atender sus necesidades". El 75% de sus viviendas carecían de uno o varios equipamientos básicos, el 45% del total de los ancianos no podía realizar su deseo de utilizar la radio, tv, periódico o cine por falta de dinero..." |
Unos años más tarde mi padre murió debido a una enfermedad. Mis hermanos ya se habían independizado por lo que mi madre se encontró sola y sin recursos económicos dado que no cumplía los requisitos que la prestación por viudedad requería (haber cumplido los 65 años).
Recuerdo orgulloso también a mi abuelo, un hombre volcado con su familia, trabajador como el que más, apasionado por la vida. Él nació en 1882, por lo que es fácil imaginarse la cantidad de sucesos históricos relevantes que pudo vivir y que afectaron tanto a España o positiva o negativamente, lo que indudablemente hizo mella en su vida laboral y su posterior jubilación. El desarrollo económico en comparación a otros países era bastante lento, por lo que muchas familias españolas, subsistían y vivían en el campo, como era el caso de mi abuelo. A los 12 o 13 años comenzó a labrar las tierras para ayudar a su familia, porque aunque tenía dos hermanas y un hermano, como es de imaginar, los varones eran quienes ayudaban a la economía familiar.
Así, mi abuelo trabajo y trabajo, formando una familia con una joven del pueblo, mi abuela. Tuvieron 3 hijos, uno de ellos mi padre como es evidente, quien heredó esas mismas tierras más tarde, las que trabajo con cariño y con esmero.
Mi abuelo vivió momentos difíciles, como la Guerra Civil española. Contaba con 54 años, que no son los mismos por aquel entonces que hoy en día para alguien que dedicó su vida al campo. Tenía buena salud pero pocas fuerzas ya, y estaba deseando que pasasen algunos años más para poder jubilarse, algo que aunque trataba de ocultar, le aterraba pues España vivía un futuro incierto…
Pero no todo fue malo, pues mi abuelo tuvo la "suerte" de vivir en una época en la que los españoles ya podían disfrutar del algún tipo de pensión, aunque insuficiente en muchos casos.
El punto de partida de las políticas de protección se sitúa en la Comisión de Reformas Sociales (1883) que se encargó del estudio de cuestiones que interesasen a la mejora y bienestar de la clase obrera. En 1900 se crea el primer seguro social, La Ley de Accidentes de Trabajo, y en 1908 aparece el Instituto Nacional de Previsión en el que se integran las cajas que gestionan los seguros sociales que van surgiendo. Posteriormente los mecanismos de protección desembocan en una serie de seguros sociales, entre los que destacan el Retiro Obrero (1919), el Seguro Obligatorio de Maternidad (1923), Seguro de Paro Forzoso (1931), Seguro de Enfermedad (1942), Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI) (1947). |
Finalmente, mi abuelo se jubila en 1942, sin llegar a alcanzar el SOVI, del que si que disfrutó mi padre, como ya dije anteriormente, pero si el Retiro Obrero nacido en 1919.
El Retiro Obrero, fue aprobado en 1919 por el Ministerio de Trabajo en un R.D. El 21 de Enero de 1921 promulgó su reglamento, y 6 meses más tarde comenzó su aplicación. Se exigía las siguientes condiciones: |
Artículo 1º. Para tener derecho a ser incluido en el régimen de Seguro obligatorio de vejez se requieren tres condiciones: 1ª Ser asalariado. 2ª. Estar comprendido entre los 16 y 65 años de edad. 3ª Tener un haber anual que por todos conceptos, no exceda de 4.000 pts. |
Y llamo suerte a que mi abuelo disfrutase del Retiro Obrero, ya que pocos años antes, aquellos trabajadores del campo los cuales la vejez cansó sus brazos, porque los años agotaron la fuente de su actividad, la sociedad no daba más que el título de asilado o mendigo, y la supervivencia de aquel hombre que no podría seguir trabajando, dependía de su familia si la tenía o la limosna y compasión de la sociedad.
Mi abuelo, tras jubilarse a los 60 años, murió 6 años más tarde a causa de una fuerte gripe en un cuerpo ya débil… Yo tenía sólo 3 años.